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El Niño y la Garza: Su Metáfora Más Importante, no es solo otro anime; es un viaje a través del arte, la responsabilidad y la esencia de la narración. En el corazón de esta obra maestra cinematográfica se encuentra una metáfora cautivadora, que profundiza en la psique de su creador, Hayao Miyazaki.

En la 12ª película de Miyazaki, seguimos la historia de Mahito Maki, un niño que navega por las complejidades de un nuevo hogar y una nueva madrastra en medio del telón de fondo de la Segunda Guerra Mundial. Pero no es solo la guerra lo que atormenta a Mahito; es la misteriosa presencia de una garza gris, cuyo comportamiento peculiar lo lleva a un mundo paralelo de maravillas y peligros.

Mientras Mahito explora este paisaje surrealista, se encuentra con una torre en ruinas construida por el tatarabuelo de su madrastra, una torre que sirve como un símbolo conmovedor de los esfuerzos de construcción de mundos de Miyazaki. Esta torre, construida con bloques de piedra mágicos, refleja la meticulosa artesanía de Miyazaki para construir mundos de fantasía, cada bloque representa un delicado equilibrio entre realidad e imaginación.

Pero El Niño y la Garza es más que una simple historia de escapadas fantásticas

El Niño y la Garza: Su Metáfora Más Importante
Película ‘El niño y la garza (The Boy and the Heron)’, de Hayao Miyazaki.

Es una exploración profunda del duelo, la familia y el peso de las responsabilidades mundanas. A medida que Mahito descubre los secretos de este universo paralelo, se enfrenta al legado de su tatarabuelo, un hechicero que busca confiar a Mahito con la carga de la construcción del mundo.

Sin embargo, Mahito se rebela contra este destino, desafiando la esencia misma de la visión artística de Miyazaki. Su negativa a sucumbir a las responsabilidades de un constructor de mundos sirve como una crítica conmovedora del propio viaje creativo de Miyazaki, un viaje marcado por un delicado equilibrio entre la ambición artística y las duras realidades del mundo.

La visión metaficcional de Miyazaki sobre la construcción de mundos

Película ‘El niño y la garza (The Boy and the Heron)’, de Hayao Miyazaki.

En El Niño y la Garza, Miyazaki crea una rica tela de mundos interconectados, cada uno un reflejo de su propia evolución artística. Desde el pasillo aparentemente interminable de puertas numeradas hasta el reino cubierto de océano lleno de criaturas fantásticas, Miyazaki invita a los espectadores a un viaje a través de los pasillos de su imaginación.

A lo largo de su ilustre carrera, Miyazaki ha transportado a las audiencias a una miríada de reinos mágicos, cada uno impregnado de su propio encanto único y maravilla. Sin embargo, en El Niño y la Garza, Miyazaki lleva su construcción de mundos a nuevas alturas, tejiendo una narrativa metaficcional que borra las líneas entre la realidad y la fantasía.

A medida que Mahito navega por este laberinto de mundos, encuentra criaturas tanto familiares como extrañas, cada una un testimonio de la creatividad sin igual de Miyazaki. Desde el adorable Warawara hasta los amenazantes pericos armados con cuchillos, Miyazaki impregna sus creaciones fantásticas de un sentido de profundidad y complejidad que trasciende la pantalla.

Reconciliándose con la realidad en El Niño y la Garza

Sin embargo, en medio de la fantasía y la maravilla, Miyazaki enfrenta los aspectos más oscuros de su propio legado artístico. Al situar El Niño y la Garza en el telón de fondo de la Segunda Guerra Mundial, Miyazaki obliga a los espectadores a enfrentar las duras realidades de la experiencia humana.

A través del viaje de Mahito, Miyazaki explora el delicado equilibrio entre la ficción y la realidad, la imaginación y la verdad. A medida que Mahito lucha con el dolor y la pérdida, se ve obligado a enfrentar las consecuencias de sus propias fantasías, un crudo recordatorio del poder de la narración para dar forma a nuestras percepciones del mundo que nos rodea.

Al final, El Niño y la Garza sirve como un conmovedor recordatorio del legado perdurable de Miyazaki como narrador de historias. Con cada fotograma, nos invita a emprender un viaje de autodescubrimiento y reflexión, desafiándonos a buscar el equilibrio tanto en el arte como en la vida.

Conclusión: Una obra maestra de arte e imaginación

En El Niño y la Garza, Hayao Miyazaki una vez más ha demostrado ser un maestro de su oficio. Con su rica tela de mundos tejidos y su exploración provocadora del proceso creativo, esta película es un testimonio del talento y la visión incomparables de Miyazaki.

Como espectadores, tenemos el privilegio de viajar junto a Mahito Maki mientras navega por las complejidades de su propia imaginación. Y al hacerlo, se nos recuerda el poder perdurable de la narración para inspirar, provocar e iluminar las profundidades del alma humana.

Fuente: cbr


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